lunes, 3 de agosto de 2009

PAUSA

La cortina sale levemente por la ventana abierta
a causa de la suave brisa que, a su vez, mece las hojas de los árboles.
El cielo, azul apagado,
acompañado por las nubes que a la luna ya están esperando.
Nadie en la calle, ni un alma se oye,
será por ser verano,
será por ser Domingo,
lo que sé es que este año,
en este día,
el silencio ha llegado,
tan solo por un momento,
la calma ha llegado a mi encuentro.
Nada se ha acabado,
ni el ruido ni el jaleo ha terminado.
Pero este instante,
que se prevé como uno de los pocos restantes,
ofrece un mínimo paréntesis del jaleo,
de la monotonía y ajetreo.
Qué preciados son estos momentos,
tal vez por ser tan escuetos,
cómo se valoran con gratitud,
algo tan insignificante llena de plenitud.
Parece que los pulmones por fin respiraran,
aire limpio y fresco que es realidad es el de siempre,
y que de la cabeza las dudas y preocupaciones se disiparan,
que solo existiera el vacío en la mente.
Algo tan efímero como la vida misma,
algo tan profundo como el mar.
Y así el trance se difumina lentamente,
y me libera del hipnotismo en el que estuve brevemente.

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