Que te miran con mala cara, con prejuicios, que se espantan.
Que se apartan a empujones, que se alejan como ratas.
Que muestran algo parecido a la lástima, pero más cruel,
que forman parte de una masa, que así, se sienten bien.
Que se creen buenas personas, superiores tal vez.
Y no podrían estar más lejos, no saben lo que es el bien.
Pues la marca no es nada, pues la ropa no agrada.
No importan los peinados, o el tipo de calzado.
Qué más da la joyería, o las “modas” que han pasado.
No me importa su perfume, no me interesa lo que fumen.
Nadie es más, ni nadie es menos, nadie es feo o muy bello.
Las personas son lo que cuentan, el interior, no lo que aparentas.
Si vas lento, si vas mal, enfermo, sin más.
No eres malo, no eres santo, pero por encima del hombro, no mereces que te miren.
El asco para ellos, los que miran con desprecio.
No querer el mal a nadie, por supuesto.
Pero duele desear que llegaran a saber,
lo que se siente cuando hacen eso,
lo que se siente en tu pellejo.
Es muy triste que la gente, se de cuenta tan solo de lo que quiere.
Es muy duro estar sufriendo, y que vengan otros, tomando a risa tus duelos.
Que se tomen libertades, de pensar lo que no imaginarían jamás.
Y aquí llega la rabia, cuando o contestas, o lo tragas.
Y aquí llega el momento en que nadie sabe lo que ocurre, si no lo está viviendo.