Qué bonita la Luna,
que alumbra débilmente,
el cielo en la penumbra
de una noche sonriente.
Unos vivos luceros
más grandes que de costumbre,
destellando tan bellos, que la noche así sucumbe.
En un momento me encandila,
por su sutil aura sencilla.
Una dulzura especial que flota en el aire brevemente,
una magia que te envuelve suavemente.
Otro mundo,
más ligero.
Ningún muro,
solo cielo.
Solo por un instante no existe el calor;
ligera brisa de terciopelo y buen sabor.
Intenso aroma a tranquilidad,
una rica brisa de felicidad.
El rumor de unas olas a miles de kilómetros,
el espesor de unas nubes enmarcadas por el firmamento.
Tan solo unos segundos,
tantas sensaciones,
como si estuviera en otro mundo,
especial en ocasiones.
Un magentismo incomprensible,
una calma irresistible.
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