miércoles, 10 de junio de 2009

LA VIDA


Cuando eres pequeño, aunque piensas y sientes,
no te paras en ello, no buscas lo feo o lo bello.
Simplemente vives, sueñas, pero no analizas las cosas,
eres más feliz porque, entre otras, sólo tienes que vivir.
A medida que creces, vas notando los cambios,
no solo los vanos, te planteas las cosas desde otra perspectiva, ves el mundo desde otra mira.
Empiezas a pensar las cosas de verdad.
Valoras lo que tienes, y a los que te quieren,
de una forma muy distinta.
No solo vives, piensas en cómo lo haces y con quiénes.
Nos equivocamos al agobiarnos tanto con todo,
deberíamos actuar como de niños, y no pensar en el cómo.
Por esos errores es por los que nos hacemos daño a uno mismo,
por lo que todo se complica tanto,
por lo que el mundo se está parando.
Las cosas son tan fáciles cuando uno las imagina...
Cuando los sueños, sueños son,
y todo va tan bien que se te acelera el corazón.
Cuando los caminos son lisos, rectos, fáciles, en tu mente.
Pero la realidad es muy diferente.
Los caminos de la vida son cuesta arriba,
con baches, curvas, y cortados por obras.
No se puede elegir lo que pase,
no se puede controlar lo que llegue,
hay que seguir con la frente bien alta,
y demostrar que lo que haya se aguanta.
Hay que ser feliz pese a lo que te toque,
pues no se puede hacer otra cosa,
mas que intentar mantener viva la rosa.
Vivo mi vida feliz, con lo que llega aquí.
No lamento mi suerte, doy gracias por mi vida,
pues aunque no es la que la gente desearía,
yo prefiero optar por mi propio consejo,
y pensar, en que todo lo que pasa una razón tendrá.
Y aunque eso no consuela, es algo que no te enseñan en la escuela. No desearía otra vida que no fuera la mía,
pues entonces no sería yo, no sería mi vida,
no tendría a los míos y la pena no me valdría.
Porque tener una vida con todos los lujos y suerte,
no me bastaría sin mi gente y su valía.

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