Un suspiro tras otro sale dando tumbos,
los bostezos se suceden constantemente,
dejando unas pequeñas lágrimas en los ojos,
completamente ajenas a la pena.
Los brazos y las piernas pesan toneladas,
y la cabeza no aguanta levantada.
La mente se bloquea, no entiende nada.
El dolor llega a las sienes y cruza la frente,
los párpados no soportan su propio peso.
El agotamiento se apodera de todo el cuerpo,
no da opción a pensar, ni a rimar.
La voz suena ronca y vacía,
como la cantidad de ideas en la imaginación.
Hay una falta tal de inspiración
que ni al boli le queda tinta,
y a la cabeza, desesperación.
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