[…] y aquí estoy, escribiéndote esta carta que nunca leerás. Me siento realmente un imbécil. Sentado, con un folio sobre la mesa, un bolígrafo en la mano, y garabateando palabras y palabras, sentimientos. ¡Yo! Quién me iba a decir que yo llegaría a exteriorizar lo que siento, y pienso, en realidad. Aunque, claro, tampoco imaginé que nuestros caminos pudieran separarse.
Estoy confundido, desde que te fuiste nada tiene sentido; las calles, por las que paseábamos, tan ruidosas y abarrotadas, se han vaciado, ya no queda nada, solo dolor, nada más.
A veces pienso en las tardes de cine, en cómo te apasionaban todas esas películas subtituladas, que a mí me aburrían tanto. Y cómo me despertabas, enfadada, pero con dulzura, cuando acababa la sesión. Siempre acabábamos riéndonos los dos. Pero, al final, eras tú la que se dormía a mitad de la película, terminaste por aborrecerlas. En realidad, perdiste el interés por todo, hasta por mí; como yo ahora. […]
Sin tí nada es igual. Sin tí mi vida es una película muda, pero sin ninguna gracia.
Ni siquiera te despediste…, al menos, de mí no. […]
Me parece que al final iba a tener razón el doctor, esto de escribir no me está viniendo nada mal. Aunque, creo que aún me queda mucho para llegar a sentirme mejor de algún modo. La verdad es que solo pensar que he hecho caso a un matasanos… Aunque supongo que ese odio también lo iré superando; pero creo que, por ahora, el psicólogo tendrá que seguir viniendo a casa para tratarme. Sé que lo necesito, sé que me ayudará; tu ausencia se me hace muy pesada, y sé que no podré avanzar solo.
El doctor dice que todo lo que me pasa es lógico, y que incluso hacer terapia en casa es positivo, es el lugar donde más tiempo estuve contigo, todos los recuerdos se acumulan entre estas paredes. Aparte de las innumerables fotos que continuan colgadas por todos lados, y de las decenas de regalos que me hiciste, que abarrotan los estantes, cada uno en su espacio, su lugar; miles de sentimientos pasados ocupan todo el espacio a mi alrededor, se agolpan en mi garganta, me dejan sin oxígeno, o eso creo yo. […]
El doctor me ha recomendado que me vaya deshaciendo de tus cosas, tantos recuerdos no me ayudan a seguir con mi vida; y aunque realizar la terapia rodeado de tanta información sobre nuestra vida juntos le ha servido para comprenderme mejor y, por tanto, ayudarme desde un punto de vista distinto al corriente; seguir así no es saludable para mí, y lo sé… ya ha pasado casi un año desde que me dejaste…
Lo siento, estaré loco, pero no puedo olvidarte, no quiero olvidarte, a pesar de todo.
Lo lamento, pero desde que te marchaste no he vuelto a ser el mismo; desde entonces, el hombre al que conociste se disolvió en el viento, tras de ti.
Perdóname, amor, pero, cuando la vida se escapó de tu cuerpo… mi alma la siguió.
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