sábado, 27 de febrero de 2010

EN EL SILENCIO HIRIENTE

Silencio que duele.
Silencio que mata.
Silencio que hiere.

Silencio.

¿Por qué no hablas?
Silencio.

¿Por qué no contestas?
Silencio.

¿Por qué no sonríes?
No puedo.

Silencio, no habla, silencio.

¿Me ignoras?
Silencio.

Me duele.
No puedo.
¿Qué ocurre?

Un día tras otro,
semana tras semana,
meses, años.

Silencio.

Cuando hay dolor, hay silencio.

Dolor.

Unas lágrimas insistían en escapar,
pero,
con bastante esfuerzo,
volvieron a su lugar.

Silencio.

Dolor.

Y lo que venga después… silencio.

sábado, 20 de febrero de 2010

UN MUNDO RESIGNADO

Mira a los lejos el cielo tan inmenso,
observa como crujen los mundos sin quererlo.

Recita entre palabras lo que piensas en verdad,
recuérdale tú siempre, lo bueno acabó ya.

Y explícale cómo no duele el dolor,
díselo a este tonto corazón.

Mis palabras nunca sirven,
se rompen en pedazos,
alegres o sean tristes,
solo cuesta abajo.

No importa el por qué de las cosas,
no importa, no,
solo mirar debajo de las alfombras.

Y mírame, no soy tan cruel,
solo valgo para apagar colillas,
y escúchame, soy el humo que acabó entre mis costillas.

El aire puro solo quema mis pulmones,
ya acostumbrados a respirar el fuego de las calles;
no importa si vienen, pues, millones,
como siempre no llegarán medias verdades.

Las tiritas se quedaron empapadas,
de una sangre que antes eran simples lágrimas.

No importa si las heridas me escuecen,
pero no me engañes, ven de frente.

No hay remedio ya aparente,
no hay persona que lo encuentre.

Dejamos de buscar hace ya tiempo,
dejamos de esperar soluciones milagrosas con el viento.

Olvidamos la solución antes de enfrentarnos al problema,
nos separamos demasiado para poder ganar la “guerra”.

La humanidad se hundió a sí misma
justo en el instante que creyó estar en la cima.

Y ahora todos,
resignados,
avanzamos poco a poco,
intentando ser salvados,
sin dejar atrás los grandes errores de la vida.
Vaya ironía.

miércoles, 10 de febrero de 2010

ENTRE AMIGAS

- Hoy confío más en tí que en mí.- Me dijo mirándome, suplicante, a los ojos. Esperaba respuestas, llevaba años buscándolas, pero lo más que había logrado eran muchos portazos en las narices, y demasiados dolores de cabeza.

-Alguien comentó un día que la valía de una persona no está en ella misma, sino en sus actos.- Le dije, intentando infundarle confianza.- Has luchado todo este tiempo. No es hora de rendirse, y tú lo sabes.

-Hay que ver, qué cosas dices. Cualquiera te lleva la contraria…- Bien, le estaba levantando el ánimo.

-¿Y bien? ¿No me vas a hacer caso?

-Qué bien me conoces. Pareces amiga mía y todo.- “Genial”, ahora me estaba vacilando. Esto iba a ser más dificil de lo que imaginaba.

-Mira, sé que esa actitud viene del miedo y el cansancio, y es lógico, lo comprendo, pero ahora no puedes… no debes rendirte. No has llegado hasta aquí para esto.- Tenía que sacar la artillería pesada. Entendía lo que estaba pasando, era muy duro, pero no podía dejarlo ahora. Yo la ayudaría en lo que pudiera, como hasta ahora, pero era ella quien tenía que hacerlo. Tenía que continuar fuerte. Debía hacerlo, por su vida.

- Bla, bla, bla…- dijo, poniendo los ojos en blanco. Me estaba empezando a mosquear. Vale que estuviera jodida, pero, ¡que quería ayudarla!

-Oye, mira, si vas a empezar así…

-No, no. Perdona, estoy muy nerviosa, solo eso.

-Hazme caso de una vez.

-Lo sé. Pero me temo que todo lo que me estás diciendo no va a acabar en un “no te preocupes por nada, yo me encargo de todo”.- Qué mal imitaba mi voz.

-Sabes que eso no va así. Te apoyaré en todo, seré tu refuerzo. Lo que necesites, como hasta ahora.- Me acerqué a ella, me senté a su lado, y apoyó su cabeza en mi hombro. Noté cómo sus lágrimas mojaban mi camiseta.

-Gracias.- Tenía la voz rasgada.

-Todo el mundo tiene sus momentos bajos. Para eso están los amigos, ¿no?- Levantó la cabeza un momento, me miró a los ojos, no hizo falta más. Volvió a apoyar su cabeza contra mi hombro izquierdo, y yo le acaricié el pelo, sabiendo, que la decisión ya estaba tomada.


Al día siguiente, recibí una llamada de mi amiga, todo se había solucionado. Su marido había muerto.
Jamás revelaré los detalles de nuestra conversación telefónica. Mi versión siempre será “fue un accidente”.

lunes, 1 de febrero de 2010

CARA A CARA

- ¿Podrás perdonarme algún día?
- Jamás.- Y ahí me quedé yo, mirando, atónita, mi propio reflejo.